martes, 26 de junio de 2007



¡Lo que se han asustado los conejos! Al cabo de ver tanto tiempo cerrada la puerta del molino, las paredes y la plataforma invadidas por la hierba, habían acabado por creer extinta la raza de los molineros, y hallando buena la plaza, habíanla convertido en algo así como una especie de cuartel general, un centro de operaciones estratégicas, el molino de Jemmapes de los conejos. La noche de mi llegada, sin mentir, había lo menos veinte sentados en corro alrededor de la plataforma, calentándose las patas delanteras en un rayo de luna. Al tiempo de abrir una ventana, ¡zas! todo el vivac sale pitando y se cuelan por la espesura, enseñando las blancas posaderas y rabo al aire. Espero que volverán.
Otro que al verme se queda muy extrañado, es el vecino del piso primero, un viejo búho, de siniestra catadura y cara de pensador, el cual habita en el molino hace ya más de veinte años.
Lo he encontrado en la cámara del sobradillo, inmóvil y tieso encima del árbol de cama, en medio del cascote y las tejas que se han desprendido. Me ha mirado un momento con sus redondos ojos; luego, despavorido al no conocerme, echó a correr chillando. ¡Hu, hu! y se puso a sacudir trabajosamente las alas, grises de polvo; ¡qué demonio de pensadores, nunca se cepillan! No importa, tal como es, con su parpadeo de ojos y su cara enfurruñada, ese inquilino silencioso me agrada mucho más que otro cualquiera, y no me corre prisa desahuciarlo. Conserva, como en lo pasado, toda la parte alta del molino con una entrada por el tejado, yo me reservo la planta baja, una piececita enjalbegada con cal, de bóveda rebajada como el refectorio de un convento.
Os escribo desde ella, con la puerta de par en par, y un sol espléndido.
Un lindo bosque de pino, chispeante de luces, baja ante mí hasta el pie del repecho. En el horizonte destácanse las agudas cresterías de los Alpilles. No se oye ruido alguno. A lo más, de tarde en tarde, el sonido de un pífano entre los espliegos, un collarón de mulas en el camino. Todo ese hermoso paisaje provenzal sólo vive por la luz....

"Cartas desde mi molino" Alphonse Daudet

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